jueves, 11 de diciembre de 2008

Con Atahualpa Yupanqui


Biblioteca Popular de Olivos, Prov. de Buenos Aires, con el maestro
Atahualpa Yupanqui, año 1980.

Con Gavino Coria Peñaloza

viernes, 14 de noviembre de 2008

Diccionario del Quehacer Folklorico Argentino

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Quien recorre la historia del arte folklórico argentino queda sorprendido ante todo por el grado de calidad estética sostenido a lo largo de dos siglos, ya sea al ritmo del chamamé, la zamba, la chacarera o la baguala. En ocasiones, se ha llegado a alcanzar altos picos de creatividad y trascendencia artística, como sucedió en el caso de Atahualpa Yupanqui, tan descollante en el arte de la música como en el de la poesía.

Esta riqueza argentina, invulnerable a los avatares de la economía y la política, es el producto del talento de innumerables hombres y mujeres, algunos de ya reconocida nombradía y otros a a la espera de un justo reconocimiento todavía postergado.

Ahora, gracias a la lectura de libros como el recién publicado "Diccionario del quehacer folklórico argentino", de Héctor García Martínez e Ismael Russo, el panorama se aclara y los nombres dispersos en la memoria adquieren contornos precisos. Por sus páginas desfilan no sólo los intérpretes, compositores, autores, bailarines, recitadores y figuras de la ciencia folklórica, sino también los difusores y los mecenas.

"Nuestro trabajo -explicó uno de sus autores, Héctor García Martínez- arranca en el año 1814 con Bartolomé Hidalgo, el autor de los Cielitos Patrióticos y llega hasta nuestros días, luego de pasar por el aporte pionero de Andrés Chazarreta y el trabajo, entre otros, de los hermanos Podestá, los hermanos Navarrine, los Abrodos, los Avalos, Los Chalchaleros, Los Fronterizos, los Nocheros y tantos más."

García Martínez, que además de periodista es guitarrista aficionado, dedica su vida, desde hace más de veinticinco años, a ofrecer de modo incansable, en Buenos Aires y en el interior, recitales didácticos conferencias y programas radiales, referentes a la historia de la tradición criolla.

"Creo -opinó- que la importancia de este trabajo reside en que contribuye a llenar un vacío, porque si bien la parte científica del folklore adelantó de modo notable, gracias a gente como Cortazar, Coluccio, Perez Bugallo, Juan Dragui Lucero o el musicólogo Carlos Vega, se echa de menos una historia exhaustiva del trabajo de interpretes, compositores, bailarines y autores. En este terreno no se ha hecho lo bastante".

A García Martínez e Ismael Russo les costó ocho años realizar el trabajo: "Fue necesario sacrificarse y viajar de un lado al otro, debido a que la mayoría de estos datos estaban en manos privadas o en antiguas publicaciones dispersas, como la revista Folklórica, cuyos números andan sueltos por ahí".

"Hemos tratado -agregó- de prestar un servicio, de contribuir a un rescate de la memoria, despojados de todo tipo de competencia o vanidad personal."

Tres etapas

Del trabajo de los dos especialistas se desprende que, en rigor, el quehacer folklórico se desarrolló a través de tres etapas.

La primera etapa tiene que ver, ante todo, con José Hernández y la inmensa difusión de su poema Martín Fierro. No menos importante resultó, a la sazón, el papel desempeñado por los hermanos Podestá, pioneros del Circo Criollo.

La segunda etapa, según García Martínez, se inicia con una fecha precisa: 1921. Ese año fue el de la primera llegada de Andrés Chazarreta a la Capital Federal. "En la cosmopolita Buenos Aires de entonces, en la cual de cada tres habitantes dos eran extranjeros europeos y uno argentino, el artista y recopilador santiagueño causa sensación en el Teatro Politeama, donde da a conoceer en ese mismo teatro el folklore del Noroeste."

Recuerda que el éxito fue tal, que dio lugar a que el prestigioso Ricardo Rojas redactara un artículo aparecido en LA NACION, en el que acuña una célebre frase: "En 1806 y 1807 el pueblo conquistó Buenos Aires para España y hoy Andrés Chazarreta conquista Buenos Aires para la Argentina".

Chazarreta inició una gesta que continuó luego con el riojano Eusebio Zárate, Manuel Gomez Carrillo, Ana Schneider de Cabrera, Miguel Angel Trejo, Argentino Valle, Buenaventura Luna, La Tropilla de Huachi Pampa, Abel Fleury y muchos artistas más que llevaron la música del interior a Buenos Aires y al mundo. Gardel y Razzano, con sus canciones camperas, cumplieron un rol digno del recuerdo, lo mismo que el hoy olvidado recitador Fernando Ochoa.

Todos ellos constituyeron la segunda etapa del movimiento tradicionalista que llega hasta 1948, año en que con la irrupción de los chalchaleros se forjan los cimientos de la tercera etapa del Movimiento Tradicionalista.

"Junto con Los Fronterizos y otros conjuntos ilustres -señala García Martínez- dan impulso al auge del folklore de los años 60."

En opinión del autor del diccionario, que no ve con buenos ojos los diversos intentos de insertar los ritmos del rock en la música nativa, el folklore corre riesgo de debilitarse por la globalizacion.

"Hay -opina- muchos jóvenes, que hacen cosas valiosas, pero sinceramente, debo confesar que no veo creadores, no digo que no los haya, pero no advierto su presencia. Claro que hablo de que está a la vista, pero pienso que la esencia no se va a perder, ya que siempre hay gente que trabaja en silencio."

Por Bartolomé Vedia Olivera
de la Redacción de LA NACION

Un aporte a la identidad

Una puesta al día del saber folklórico



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